martes, 19 de abril de 2011

El debate en tiempos de kirchnerismo

Reproduzco la nota que publicaron en Plaza de Mayo, el periódico que dirige Gabriel Levinas. El link, más precisamente, es: http://www.plazademayo.com/category/colaboraciones-tw/

 
El consenso sobre una gestión de gobierno es sencillamente un hecho imposible. No existe ninguna sociedad en donde todos sus componentes coincidan – sea en el elogio o en la crítica – en el diagnóstico sobre el rumbo elegido por un determinado elenco gubernamental. La diversidad de opiniones es el signo natural en cualquier régimen político, aunque en uno totalitario cueste encontrar los resquicios para expresarlas.
Bajo un sistema democrático, la posibilidad del debate siempre está abierta. A veces es débil y en otras ocasiones su intensidad puede ser reflejo de un saludable clima en el cual las ideas se intercambian “sanamente”[1] con creciente interés y en donde la capacidad argumentativa se erige en un valor indispensable de quiénes desarrollan discusiones de diversa índole. Aunque no siempre es así.
La chicana y la descalificación son dos recursos muy utilizados que nada tienen que ver con la habilidad para “ganar” una discusión a partir del talento discursivo de cada quién. Cuanto más se usan, más demuestran la desesperación a la hora de lograr imponer el punto de vista deseado ante un interlocutor (mano a mano o con una audiencia como espectadora). La calma y la seguridad de lo que uno cree son el secreto.
El momento actual es sinónimo de intensos debates, pero donde el argumento pesa poco o es refutado a través de una descalificación. ¿Cómo analizar el kirchnerismo desde una mirada favorable o crítica sin caer en la trampa de “manchar al otro”? Una charla entre la socióloga Maristella Svampa y el metro-delegado Beto Pianelli en Usina Cultural del Sur hace poco menos de dos semanas fue una muestra de que es posible. Un hallazgo.
Dos intelectuales[2] con perfiles bien diferenciados, con posiciones explícitamente asumidas y que dejaron bien en claro cuáles son los aspectos positivos y negativos de los últimos dos gobiernos, enmarcado en un balance más general sobre la década. Las visiones más extremas no tuvieron lugar: ni el kirchnerismo es lo mismo que el menemismo ni el kirchnerismo es un avance hacia un socialismo de nuevo tipo (o lo mejor que nos pasó en nuestras vidas). Representa una expresión política originada en un quiebre único y que, a su vez, ha generado sus propias rupturas con lo conocido, al tiempo que también exhibe fuertes continuidades con el ayer.
Pianelli es un aliado del kirchnerismo y desde una perspectiva de izquierda, considera que lo mejor de este ciclo gubernamental pasa por “las fuerzas motrices que está desarrollando en la sociedad” y que es preferible “desarrollar desde abajo en este tipo de procesos”. Dijo que si lo rascaban un poco era medio “gorila”, más en referencia a que nunca había sido peronista (ni pensaba serlo) que respecto a opiniones actuales que han revivido el añejo término. Aunque por otra parte, criticó la cultura de la “izquierda para arqueólogos”, donde predomina una mirada en la cual lo importante es no errarle en el diagnóstico, con el objetivo puesto en un recuerdo histórico del estilo “este tipo nunca se equivocó”. Porque nunca se involucró e intentó influir en la realidad, que es un escenario mucho más complejo cuando uno juega, de veras, en ella.
Svampa situó a la Argentina dentro de un contexto latinoamericano donde, así como ha habido avances positivos en la integración regional, se persiste – aún en gobiernos más avanzados hacia un post-capitalismo concreto – en un modelo neo-colonial de explotación de los recursos naturales que, según su análisis, va a traer graves consecuencias futuras para ecosistemas y poblaciones. Dijo que en ese aspecto (y en algunos otros) se mantiene una matriz neoliberal y en una mirada quizás peyorativa por cómo lo enunció, afirmó que “el kirchnerismo es esencialmente peronismo”. Situó el 2008 como un punto de inflexión donde la actualización nacional-popular en clave latinoamericana se reconvirtió en clave nacional y se dio inicio a la batalla cultural que, con bastante éxito, llevó adelante el actual gobierno. El Bicentenario significó la concreción masiva de una narrativa contra-hegemónica (contra los poderes establecidos) y la muerte de Néstor Kirchner en Octubre de ese mismo año “disipó los apoyos vergonzantes”.
Es decir, dos miradas de una izquierda amplia y diversa que se sentaron a una misma mesa y divergieron acerca de los rumbos actuales, así como también sobre el pasado reciente, todo dentro de esa novedad política llamada “kirchnerismo”.  Difícil caracterizar la complejidad de un proceso en el cual no todo es blanco o negro, pese a lo que muchos pretenden.
Si a esas fuerzas motrices que menciona Pianelli, le sumas Ley de Medios, AUH, renovación de la Corte, política de derechos humanos, estatización de las AFJP, política cultural, integración regional vía UNASUR, disminución de la pobreza (pese a los aumentos de los últimos años, producto de la inflación) y recuperación del empleo en base a una incipiente re-industrialización, se puede sacar un determinado balance.
Sin embargo, si al sostenimiento de la matriz neoliberal que menciona Svampa en relación a la explotación de los recursos naturales, le agregamos burocracia sindical desbocada, alianzas nefastas en la mayoría de los provincias con aquellos que se afirma discursivamente no comulgar, extrema sojización del campo argentino (más allá de las riquezas que eso pueda reportar al fisco), intervención del INDEC, un grado importante de precarización laboral, una cantidad nada despreciable de pobres e indigentes, inentendible luego de tantos años de crecimiento económico a tasas chinas, entre otras variables, el panorama es muy distinto.  
Es decir, no hay totalidad posible de abarcar a la hora de un análisis del kirchnerismo (salvo que uno se pare en una posición absolutista, tanto por derecha como por izquierda), aunque tampoco pueda hacerse un desglose microscópico medida por medida como si la suma de las partes constituyera un todo. Es todo lo mencionado, lo de Pianelli, lo de Svampa y sus agregados, mal que les pese a los acérrimos opositores y a los fundamentalistas nacional y populares. Es un proceso contradictorio, con lógicas disímiles y superpuestas hacia dentro del mismo y que tiene serios límites respecto a la profundización de un panorama post-capitalista. Quizás es menester señalar que no haya sido ése, tanto con Néstor como con Cristina, un propósito de sus gestiones.
Lo interesante surge de ver lo que se filtra entre el “todo bien” y el “todo mal”. Pianelli y Svampa, con sus singularidades, demostraron que los “grises” existen y que es fundamental distinguirlos al momento de indagar sobre una realidad que nos interpela día a día. Y que son posibles cruces de opiniones sin ensuciar la cancha.


[1] Adverbio habitual para valorar un intercambio de ideas, pero que está expresado en un sentido puro e idílico que, en el plano concreto, es irrealizable.
[2] Digresión: no es necesario salir de la academia para serlo.

1 comentario:

Seba T dijo...

Gracias. Ya los estoy siguiendo.