miércoles, 24 de agosto de 2011

Operación Masacre - ¿Periodismo o literatura?

¿Qué es “Operación Masacre”? ¿Una crónica periodística con una notable investigación detrás que sostiene el relato? ¿Una novela que apela a hechos reales pero cuyo ritmo narrativo oscila por los carriles clásicos de ese género literario? ¿O es todo eso y algo más?

En 1957, el escritor y periodista argentino Rodolfo Walsh – desaparecido en la última dictadura militar – logró publicar un libro que haría historia y desnudaría la cara más oscura de la Revolución Libertadora. La ejecución sumaria de una docena de hombres (de los cuales, 5 mueren en esa trágica noche) en un basural de José León Suárez, detenidos poco antes de que el gobierno de Aramburu dictara la Ley Marcial, y el inestimable dato de “el fusilado que vive” unos meses después del fatídico 9 de junio de 1956 serán la excusa perfecta para una deconstrucción minuciosa e infatigable de los sucesos a través de recursos del campo de la literatura y del periodismo. Y la respuesta a la pregunta del inicio: todo eso y algo más. 

Del periodismo (del mejor periodismo) se puede destacar la precisión con que Walsh nos expone los hechos, producto de su notable ejercicio investigativo; su finalidad informativa pero fundamentalmente de denuncia y el uso de la tercera persona en las dos primeras partes – “Las personas” y “Los hechos” – antes de inmiscuirse en los vericuetos judiciales y su confrontación personal – donde el yo es una necesidad para la contundencia con la que debe contrarrestar la mentira y el descrédito – con el jefe de Policía de la provincia de Buenos Aires. 

De la literatura, la relevancia está dada principalmente por la forma en que Walsh elige contar. Nosotros sabemos qué vamos a leer, pero la intriga que el autor genera a través de una decisión estética nos sitúa en una especie de ficción novelesca donde la tensión va in crescendo y lo importante queda para el final. Sin perder la imprescindible distancia de los hechos, el periodista-escritor se involucra con la subjetividad de sus personajes – seres de carne y hueso – y su derrotero político será un fiel reflejo de esa simbiosis sentimental e ideológica. En ese sentido, el aspecto literario se fortalece cuando “descubrimos” lo que ocurrió a partir de los diálogos con aquellas víctimas del odio anti-peronista, con sus pensamientos, sus sentires y pequeños pero significativos detalles de la intimidad en los cuatro instantes centrales de la masacre: 1) la previa y la detención; 2) el fusilamiento en el basural; 3) el escape de los sobrevivientes y 4) la persecución posterior para silenciarlos. 

Un entusiasmado Tom Wolfe en su extraordinario libro acerca del nuevo periodismo norteamericano en los 60’s señaló que el sueño de aquellos impertinentes redactores consistía en “hacer posible un periodismo que… se leyera igual que una novela. Igual que una novela, a ver si ustedes me entienden. Era la más sincera fórmula de homenaje a La Novela y a esos gigantes, los novelistas, desde luego”. Vaya si Walsh lo logra, con creces y un par de años antes que en el Primer Mundo.

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