viernes, 30 de septiembre de 2011

La Tía Julia y el escribidor


Tiene 18 años y hace rato tiene claro qué quiere ser cuando sea grande. Ya lo practica con algunos cuentos cortos que le narra a su amigo Javier, aunque estudia Abogacía para intentar satisfacer a la familia. Lee a los idealizados clásicos que "hay que leer" a pesar de que lo más cercano a un escritor que tiene en esos días de adolescencia limeña es el popular autor de radioteatros Pedro Camacho, un hombre que hace un exagerado culto a la condición de artista y cuyos guiones van degenerando producto de una severa y paulatina conmoción cerebral. La Tía Julia se entrecruza en su camino y lo que aparentaba ser una alocada aventura juvenil se convierte en un sentido amor que lo lleva a desafiar a su familia con obstinada determinación.

Escrita en 1977, "La Tía Julia y el escribidor" es una novela que retrata la transición entre Varguitas y Vargas Llosa, ese notable - y tan polémico - escritor latinoamericano prefigurado en un recorrido vertiginoso que el propio autor nos transmite, a través de una tempestuosa relación amorosa e intrafamiliar que lo hace "crecer de golpe" y con el exquisito condimento de que el escribidor (alguien que formalmente no tiene el significado de escritor con todas las letras) es un personaje antológico, por momentos admirable, por otros siniestro, digno de una rara mezcla de veneración por sus populares efectos en los radioescuchas y lástima por sus condiciones de vida que luego lo arrastrarán hacia un infierno. A la vez constituye, en algunos sentidos, el reflejo estrambótico de ese joven proyecto narrativo que encarna Marito.

La estructura del texto, aunque sostenida en un lenguaje de cierta complejidad, es simple: un capítulo tiene como eje central el vínculo amoroso y otro expone los radioteatros de Pedro Camacho, conectándose ambos a través de la relación que el joven Vargas Llosa establece con el insólito escribidor. Varguitas es el único que tiene acceso a (una mínima parte de) la intimidad que Camacho permite mostrar en aquellos exclusivos ratos en que pone en stand by su obsesivo afán por crear.

En el transcurso de la novela, el lector asume una doble postura: por un lado, sigue las desventuras de Varguitas a la hora de conjugar su sueño literario con la carrera académica en Derecho; a la hora de congeniar un trabajo poco remunerado con las crecientes salidas con la tía Julia; a la hora de buscar los mil y un vericuetos para poder concretar esa locura del casamiento, a la hora sencillamente de crecer. Por otro, se mete en la piel de un radioescucha de la época, sometido a la magia encandilante de Camacho pero también a su profunda degeneración, donde los personajes se mezclan inapropiadamente y las historias se vuelven tan tétricas que la fantasía que su pluma provoca ya no es tal.

Una obra que se puede considerar un pico creativo de Vargas Llosa - casi al final o incluso a un par de años del boom latinoamericano - donde, además de describirnos con lujo de detalles una etapa clave de su propia vida, se involucra de lleno en una linguistica escabrosa que genera esa inolvidable sensación acerca de qué es lo que sigue. Aunque seguramente se le pueda cuestionar que hacia los últimos capítulos se produce un cierto abuso, donde la repetitividad de recursos le gana a la originalidad y a la capacidad de sorprenderse por cuál sería la próxima ocurrencia trágica de Camacho.

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