lunes, 3 de enero de 2011

Cromañón


En el día de ayer, se han cumplido 6 años exactos de la tragedia de Cromañón, donde 194 jóvenes perdieron la vida producto de una combinación de factores que convirtieron una noche de fiesta rocanrolera en un infierno de macabras dimensiones.
Se ha dicho mucho sobre esa noche, su génesis inmediata, sus consecuencias y el trasfondo estructural en que el hecho tuvo lugar.
Desde la Justicia, hubo condenas justas y absoluciones polémicas allá x agosto del año pasado. Chabán y Argañaraz la comieron como la tenían que comer, policía y funcionarios fueron condenados con penas disímiles pero que exhibían la parte de responsabilidad que les tocaba en dicha historia, mientras que Callejeros fue inexplicablemente absuelto.
En el plano político, Ibarra se erigió en el triste símbolo de un progresismo vacío y corrupto – con apenas algún maquillaje cultural -, que le abrió de par en par las puertas de la Ciudad a Maurizio Macri. Volteado en un juicio político que tuvo bastante de opereta, pero que a la vez no pudo esconder las responsabilidades que le atenían al actual legislador como cabeza de un sistema disfuncional y donde la desidia no era la excepción sino la regla.
En el plano musical, la banda de Pato Fontanet editó dos discos más, siguió haciendo un par de shows con hiper seguridad y, sin duda alguna, con nuevos seguidores (el camino a la fama no siempre se consigue de la mejor manera, no?) a los que poco les importaba lo que había pasado. Finalmente, después de muchas idas y vueltas y controversias internas, se separaron (aunque utilizando las siglas originales, Fontanet armó Casi Justicia Social (???)). Nunca aceptaron, independientemente de lo que determinó la justicia, el complicado rol que tuvieron esa y otras tantas noches. Más allá del dolor x la muerte de sus propios familiares, jamás pensaron en el dolor ajeno. La música, sin ser elitista ni mucho menos, se pierde poco con este adiós.
En el plano socio-cultural, hubo muchos que perdieron. Sobre todo, aquellas bandas under, que tienen que sudarla mucho para “llegar” y a las que las dejaron poco más que desahuciadas a la hora de conseguir lugares para tocar y exhibir sus dotes.
Y están los pibes que sobrevivieron y nunca volvieron a ser los mismos. Y, aunque hay mejoras, los controles siguen fallando (Beara, gimnasio de Villa Urquiza) o ni siquiera les dan bola, en la doble responsabilidad que encarnan las autoridades de la Ciudad y el empresariado inescrupuloso.
Ante todo este panorama, es importante que la sociedad no se olvide de lo que pasó y que siga reclamando justicia completa y condenas efectivas. Que, así como con otros sucesos, ejerza su memoria para que no haya más Cromañones en Argentina. Es un deber moral insoslayable.

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