La Rolling de Diciembre llega a casa sin sorpresa. El tipo ya vio en los kioscos que en la tapa está el Indio Solari y sabe entonces que la lectura será inmediata, porque ese calvo sesentón cada vez que dice algo públicamente - y no son muchas las ocasiones en que lo hace - provoca interés genuino en aquellos que no sólo disfrutamos de su música, sino también del misterio de una personalidad enigmática y rabiosamente brutal a la hora de marcar posición en aquello que le es consultado.
Por otra parte, recorriendo las páginas de la revista me encuentro con la crónica sobre la crítica actualidad de Gustavo Cerati. Aunque denote esperanzas, se vuelve desolador pensar en el derrotero de una de las voces más brillantes de la historia del rock nacional. Así las cosas, de un día para el otro, la fuerza natural que lo acompañaba se esfumó precipitadamente y lo dejó librado a la suerte de una evolución tan lenta que parece imperceptible. Mientras tanto, sus claves musicales siguen cada vez más vigentes, desde Soda hasta los notables últimos capítulos solistas.
El Indio y Gustavo. La eterna dicotomía entre las bandas, reconvertida tras los adioses en un silencioso contrapunto de líderes inconmensurables. Quien esto escribe, no puede negar su pertenencia inicial al colectivo sodero, casi desde una infancia de padres "democrático primaverales". Sin embargo, el sabio paso del tiempo, en esa adolescencia un poco más rebelde que las esdrújulas sensuales del trío de los raros peinados nuevos, abrió camino a la mística ricotera. Y pasó lo que no necesariamente tenía que pasar. Gustó Soda. Gustó Redondos. Siguió gustando Gustavo. Siguió gustando Indio.
Hoy lo veo a uno vital, más grande que el mito, y con una brillantez musical digna de elegidos. Me hizo sacar la vena (por triplicado, hasta hoy) de nunca haber vivido un vivo Redondo. El otro hoy permanece inmerso en una injusta agonía que entristece el alma. Ni hablar de que el regreso de Soda compensó una larga espera y que los shows solistas tuvieron vida propia, más allá del estallido cada vez que las guitarras se trasladaban al sonido Stereo. Son el Indio y Gustavo. Música, nada más ni nada menos. Sin enfrentamientos. Y con el oído y el corazón muy atentos a lo que suena.
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