El domingo 23, en el marco de unas vacaciones serranas, tuve la posibilidad de conocer por vez primera la histórica Plaza Próspero Molina. No soy del palo del folclore, pero haber ido a Cosquín implicaba, sin duda alguna, asistir al festival de las nueve lunas. Esa noche, además, prometía números sobresalientes y no tan ortodoxos, tales como el dúo Baglietto-Vitale, Arbolito y la frutilla del postre, el gran León Gieco con los amigos de D-Mente (el grupo de Andrés Giménez) y el (excesivamente) popero Abel Pintos.
Llegamos a la zona pasadas las 22 y la multitud en las afueras era un reflejo de lo que acontecía adentro, en el preciso instante en el que sonaban Los Tekis. Después de una serie de idas y vueltas a ver donde comíamos, terminamos sentados en una pizzería, nada más ni nada menos que en la vereda de enfrente de uno de los accesos a la Plaza. Visión imposible, pero auditivamente resultaba perfecto.
El dato que la novia de mi amigo tenía es que en todas las ediciones hay un horario, cuando las cámaras se apagan, en que se habilita el acceso irrestricto al público. No parecía tan posible dicha jornada, dada la excelente concurrencia y a sabiendas de que sólo quedaban las entradas de 65 pesos. Pero en una extraña y afortunada tramoya, nuestra pareja amiga ingresó sin costo alguna a la Próspero (quedará para otro post esa anécdota precisa) y "obligó" al cronista y a su compañera a sacar la entrada, amortizando el gasto entre los cuatro. No siendo aún la 1 de la mañana, y ya en lunes 24, el deseo del día y de esa mini-estadía coscoína se había cumplido con creces.
Vendrían casi 4 horas de números infumables (el cuarteto norteamericano, el impresentable comuñe de Bistolfi), algunas perlitas (la bellísima y encandilante Roxana Carabajal; la piba tanguera de 16 años), la mística de Arbolito, el baja-bombachas Abel Pintos (vale reconocer que encendió la Plaza y luego de su actuación se fue mucha gente) y en el increíble horario de las 5 de la mañana (a esa altura, ya habían corrido un par de litros de birra Córdoba x nuestras venas, pero también un cafecito para resistir) apareció él. Con su eterno perfil dylanesco, plantándose frente a una Próspero Molina que esperaba cansada pero expectante a ese gran león.
Y el tipo no decepcionó. Más bien logró conmover y agitar a piacere a cada una de las almas que había decidido quedarse a esperar el amanecer con un músico inconmensurable. Uno de esos shows que se guardan en las retinas para siempre. Tuvimos, encima, la fortuna de verlo en la segunda fila, dados los tremendos corrimientos luego de las deserciones post-Pintos (que luego hizo un par de temas con Gieco). Homenajes tan genuinos como lacrimosos (Negra Sosa, María Elena Walsh, Antonio Tormo, Zitarrosa, Violeta Parra, Víctor Jara, Madres y Abuelas, Jorge Cafrune, Evo Morales) y poderío rockero junto a D-Mente (transformando temas como "En el país de la libertad" o "El ángel de la bicicleta", por ejemplo), en esa fusión de estilos de la que sólo es capaz León. Perlitas para este escriba: la bellísima "Canción para Francisca" y la siempre estremecedora versión de "Cinco siglos igual".
La Plaza se sacudió en lo que se presumía final con la extraordinaria "Pensar en Nada". Sin embargo, y cuando los relojes se acercaban a las 7 de la mañana (¿vamos a desayunar luego?), los bises trajeron "Todos los caballos blancos" y "La Maza" (de Silvio) junto a Pintos y Giménez. Aún así pedía más. Nadie quería que termine esa magia coscoína. Aunque ese león merecía también su reposo luego de brindarse de semejante forma. Simplemente quedaba decir gracias e irse caminando en paz y contentos. La noche comenzaba a volver recuerdo. Un hermoso recuerdo.
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